8. Busca y captura

(Narrador: Marcus)





Creo que he sido demasiado severo con Julia, después de todo yo soy el culpable de que nuestra relación careciera de interés. Julia es una mujer, y vivimos dominados por una moral en la que los hombres seguimos teniendo la iniciativa en la conquista, y hemos de someter sus voluntades para que podamos hacer realidad todas muestras fantasías sexuales. Eso debe ser lo que me atrae de Linda, tener la convicción de que puedo satisfacer todas mis reprimidas pasiones. Ella misma se ofreció a ser «¡mi amiga prostituta!». No pudo ser más clara. ¿Acabaré llamándola? ¿Y qué será de mi reputación? Ella no oculta su profesión. Por su provocativa forma de vestir, todos sabrán que es una mujer de la calle, y además drogadicta. ¿Me atrevería a entrar con ella en el Café Central? ¿Sería capaz de asistir con ella a un Concierto de la Filarmónica, o a la Ópera? ¡Sí, ella puso el dedo en la llaga: yo soy tan culpable como los demás! Un soberano hipócrita, que se ha ganado su reputación por no tener relaciones con prostitutas y hacerse acompañar por la respetable bibliotecaria del barrio.

No podemos conocernos si no tenemos tentaciones que vencer. Quien no vive las pasiones no sabe lo qué es la pasión. Después de todos estos extraordinarios sucesos, regreso a mi apartamento sumido en una gran confusión. A mis años todas mis convicciones morales se tambalean y necesito meditar sobre todo esto y encontrar una respuesta justa y razonable. Aura me ha dejado una nota en mi puerta; quiere verme porque ha tenido una visión sobre los sucesos de la noche anterior y quiere contármela. Me recibe en su lugar de trabajo. Una habitación con una decoración capaz de sugestionar sobre sus poderes de adivina al más escéptico. En el centro, sobre una mesita redonda cubierta con un cubre mesa de color púrpura, está la misteriosa bola de cristal, donde se supone que ve el futuro de sus clientes Ella también está conmocionada por los sucesos.

—Ha sido conmovedora la manifestación de solidaridad del barrio contigo. ¿Cómo se encuentra la joven intoxicada? ¿Sigue en tu apartamento?

—No, se recuperó y se ha marchado. Aura, tú eres adivina, tal vez deberías echarme las cartas y me sacarías de dudas sobre mi futuro.

—No te inquietes. Marcus, tengo buenas noticias para ti sobre esa mujer, que he visto en mis cartas. —Aura debe leer mis pensamientos, por algo se gana la vida leyendo nuestro futuro en su mágica bola de cristal—. ¡Tu futuro está inevitablemente unido a esa mujer!

—¿Pero sabes que es una prostituta?

—¡Por supuesto! ¿Y eso te inquieta? ¡Te has enamorado de una prostituta, y no sabes qué hacer: si olvidarte de ella o ir en su busca...

—¡Los que dicen que eres una bruja tienen razón! La deseo, pero a mi edad no puede ser amor; ya desconozco el significado de esa palabra.

—No creo nada de lo que me dices —Aura también descubre mi hipocresía—. ¿Por qué te avergüenza reconocer que estás enamorado? Cuánto más viejos nos hacemos más necesitamos amar y ser amados, pero sólo unos pocos privilegiados lo encuentran, el resto nos iremos de este mundo sin dejar de añorarlo. ¿Qué otro significado tiene tu turbación? ¡No seas estúpido, corre en busca de tu amiga puta, porque ella te está esperando!

—¿Lo has leído en tu bola de cristal?

—Sí, lo he visto en mis cartas. Pero también lo leí en la forma en que la mirabas cuando yacía en tu cama. ¡Entonces te diste cuenta de que ya no volverías a conciliar tu sueño sin su compañía. Solo descubriste que la vida sin una mujer en tu cama es una forma de muerte en vida. ¡La mayoría vivimos como zombis! La providencia quiere salvarte de ese horrible estado, ¡no le des la espalda!

Noto en su profunda y misteriosa mirada la sabiduría que no puede aprenderse en los libros. Su entendimiento le viene directamente de algún lugar del cosmos donde están escritos nuestros destinos. Sí, ella me ha convencido; iré en su búsqueda y soportaré el rechazo moral de esos vecinos que hoy me mostraban su afecto, pero que no será suficiente para justificar mi elección. Todos defenderán y compadecerán a la despreciada bibliotecaria. Yo me convertiré de la noche a la mañana de héroe en villano. No puedo evitar hacerle esta angustiosa pregunta:

—¿Y qué será de mi reputación? Incluso perderé muchos de mis escasos clientes y puede que me vea obligado a cerrar la bisutería. ¿Y cómo me ganaré la vida?

—Solo perderás unos pocos clientes, pero ganarás otros que aprobarán tu valentía si no te ocultas.

—Y ella, ¿abandonará su profesión? Estoy seguro de que es mucho más rentable que la mía.

—No conozco ninguna prostituta que ejerza su profesión por vocación. La mayoría la abandonarían si tuvieran oportunidad de ganarse la vida de otra forma y tuvieran alguien honesto a su lado que las ayudara.

—Yo supe desde aquella noche en que apenas podía mantenerse en pie y se abrazó a mí, que mi vida sufriría un impredecible vuelco. ¡Hasta el olor de su piel era nuevo para mí!

Aura permanece en un pensativo silencio. Tengo la impresión de que mis apasionadas declaraciones le afectan por alguna razón.

—Marcus, sé como te sientes. Tú sabes que yo suelo hacer alardes de mi soltería, y debes creer que soy una bruja adivina sin sentimientos. Pero, aunque me cueste aceptarlo, no es toda la verdad. Me gustaría estar en tu lugar y reunirme con alguien a quien por mi honradez y sentido del deber, hubiera salvado la vida. Unirse a un hombre o a una mujer solo por amor no es suficiente, tiene que haber otras razones más poderosas y, sobre todo, generosas. Es necesario que el amor sea el fruto de algún sacrificio; algo que agradecer. Y yo no he tenido tu suerte ni la oportunidad de hacer algo por alguien para merecer su sincero amor. Esa desdichada mujer amiga tuya sabe que le has salvado la vida y, por muy poco que la aprecie, es una razón suficiente para entregarse a ti sin reservas...

Aura me ha abierto su corazón, y me apena lo que escucho. Sí, esa es la verdad. Aprecio a esta mujer, pero siempre pensé que solo vivía para su negocio, y no estaba interesada por nada más. Nunca la he visto acompañada por alguien que pudiera ser su amante. Hoy debe ser el día señalado para las confidencias. Aura parece necesitar confiar en alguien los secretos de su pasado. Puede que no sean muy gratos y le pesen en la conciencia. Pero no podemos seguir hablando en la escalera. La invito a mi apartamento y preparo dos tazas de reconfortante té. Aura es mi vecina desde hace más de cinco años, y aunque siempre hemos mantenido relaciones cordiales, nunca antes nos habíamos hecho esta clase de confidencias.

He visto entrar en su apartamento personas de todas las edades y posición social. Creo que entre sus clientes habituales hay importantes ejecutivos de renombradas empresas, quienes al parecer creen en sus predicciones sobre sus negocios. También he visto salir de su casa a Efraín, y creo que la visitan con regularidad otros políticos de cierto nivel. Pero nunca la he visto acompañada de alguien que pudiera ser su pareja habitual. Aura sale poco y desde luego no es asidua del Café Central.

5. La historia de Aura




—Yo no soy soltera: ¡Estoy divorciada de dos maridos! No fui muy afortunada en su elección. —Bebe un sorbo de té y fija su melancólica mirada en la taza todavía humeante, como si fuera su prodigiosa bola de cristal, y viera a sus dos ex-maridos.

Hay algo que nunca me he atrevido a preguntarle, y tal vez hoy sea el día adecuado.

—Aura, ¿realmente tienes poderes de adivinación? ¿Puedes predecir el futuro? —me sonríe, porque hace tiempo que esperaba que le hiciera esa pregunta.

—Lo tengo, pero solo en situaciones extremas. Normalmente mis clientes son muy ingenuos y les predigo lo que es más probable que pueda sucederles, después de hacerles responder a preguntas sobre su personalidad, gustos, fobias, ilusiones, proyectos, etc. Pero creo en los mensajes que me envían las cartas, y por lo general no suelo equivocarme. Otro de mis `poderes extrasensoriales es la visión de acontecimientos futuros. Desde que era una niña sufro de visiones premonitorias cuando estoy bajo gran presión emocional. La mayoría de las visiones son premoniciones de muertes, accidentes y graves sucesos de personas a las que conozco o tengo algún contacto con ellas. Anoche presentí la crisis de tu amiga, y de no haber venido tu médico a tiempo, ya estaría muerta.

—¿Y que vistes?

—Vi la horrible imagen de la muerte acercarse a su cama y forcejear con ella para arrancarle la vida, pero apareciste tú y conseguiste ahuyentarla. ¡Tú le salvaste la vida!

Guarda un nuevo silencio. Parece estar sumida en turbios pensamientos, mientras apura su taza de té. Suspira como tratando de aliviarse de ellos y continúa:

—¡Esas visiones han arruinado mi vida! Mi primer marido fue un jugador compulsivo y se casó conmigo porque esperaba tener en exclusiva a una adivina que le diera los números premiados de la lotería o los resultados de las carreras de caballos, el resultado de los partidos de fútbol o el número que saldría en la ruleta de los casinos que frecuentaba. Pronto comprobó que sus expectativas de hacerse millonario gracias a mis poderes de adivina eran erróneos, porque sucedió todo lo contrario, ¡nos arruinamos!

Tuve más suerte con mi segundo marido, porque por entonces yo todavía era una mujer muy atractiva. Acepté su proposición de matrimonio porque no tenía otra opción. Estaba arruinada y no tenía ningún medio de ganarme la vida.

Nunca pude imaginar que Aura tuviera un pasado tan activo. Tras un nuevo y breve silencio, continúa su historia:

—A pesar de las diferencias de edad, nuestra relación era aceptable. Como te he dicho, yo no estaba enamorada de él, pero sí agradecida, y para mí ya era suficiente. Pero dos años después sobrevino la desgracia. Por entonces yo había dado a luz a Darío, mi único hijo...

Se ha detenido y parece muy afectada. ¡No sabía que tenía un hijo! Suspira con enorme tristeza y prosigue:

—Mi marido era un reputado arquitecto, y supervisaba varios de sus proyectos. Una mañana tuve una terrible visión: vi como cedía el andamio donde se encontraba y se precipitaba al vacío, muriendo en el acto al estrellarse contra el suelo. No quise alarmarle, porque él no sabía que tenía estas visiones, pero le rogué que no acudiera ese día al trabajo. No sabía como retenerlo, y solo se me ocurrió fingir una súbita dolencia. Pero él insistió en que era imprescindible su presencia en las obras o se paralizarían todos los trabajos y llamó a su anciana madre para que cuidara de mí en su ausencia.

Yo tenía buenas relaciones con mi suegra y le confié la causa de mis temores y cómo había tenido la premonición de su accidente, para que insistiera en disuadirle de acudir a su trabajo. Pero él insistió... ¡y sufrió el fatal accidente que yo había predicho! Cuando su familia supo que yo había tenido la visión de su muerte, me acusaron de habérsela causado yo con algún conjuro de magia negra y consiguieron anular mis derechos de herencia, además de quitarme la custodia de mi hijo, Darío, cuando solo tenía dos años y a quien no he vuelto a ver desde entonces. Ellos estaban convencidos de que yo en realidad ¡era una bruja! Y aquí estoy, ¡ganándome la vida con lo que me la ha destruido!

Su historia me ha sobrecogido. ¡Nunca terminas de conocer a las personas, aunque pases toda una vida junto a ellas! Ahora comprendo su aparente indiferencia. Una persona con este pasado no puede tener muchos deseos de rehacer su vida y volver a ilusionarse. ¿Por qué todas las personas extraordinarias tienen que sufrir el mismo trágico destino?

6. El peruro

(Narrador: Rufo, el abogado)



Creo que estoy necesitando un corte de pelo. Es hora de visitar el barbero. También necesito unas merecidas vacaciones, pleitear con esta gente es agotador, ¡no hay manera de que acaten las leyes!

Ya es medio día y en esta peluquería no parece que haya entrado ningún cliente, no tendría forma de pagar los atrasos, y si quiere conservarla tendrá que aceptar nuestra propuesta. Cuando entro en este desolado negocio coincido con su hija, María, y no me extraña que sean tantos los que pierdan la cabeza por ella, tal vez podríamos incluirla en el trato. ¡No me importaría ser uno de sus pretendientes! Sé que no le soy simpático, porque cuando me ha visto ha hecho un desagradable gesto y ni siquiera me ha saludado. ¡Habrá que rebajarle los humos a esta belleza!

—Buenos días, María, ¡parece que no te alegra verme!

—¿Qué quiere usted? ¿Por qué viene a nuestra peluquería? ¿Es por los atrasos?

—No te alteres, pequeña, puede que venga para haceros un favor... Necesito un corte de pelo. ¡No le vendrá mal un cliente generoso!

—Si solo viene a cortarse el pelo, mi padre le atenderá enseguida.

—Sí, ¡no creo que en esta peluquería haya que pedir la vez!

—Bueno, adiós, tengo cosas que hacer.

—Adiós, guapísima. Si fueras menos orgullosa, pronto se solucionarían todos vuestros problemas.

Creo que ha entendido la indirecta, porque se va airada sin responderme.

El peluquero no parece muy atareado, cuando entro en el local lo encuentro sentado en su sillón de barbero leyendo la prensa, y no parece que me reciba mejor que su hija.

—Buenos días, Jonás, no pareces muy atareado. ¿Trae hoy la prensa malas noticias? ¿Ha empezado alguna nueva guerra en el mundo? ¿Suben o bajan las cotizaciones de la bolsa?

—Buenos días... ¿A qué se debe tu visita?

—No te alarmes, Jonás, que solo vengo a que me arregles estos cuatro cabellos que todavía me quedan.

—Si es por el retraso en los alquileres...

—Ya hablaremos de ese penoso asunto, pero antes córtame el pelo. No tendrás mucho trabajo, porque ya ves que solo me quedan cuatro pelos en la cabeza..

Es evidente que sospecha que mi visita no es para arreglarme el cabello, pero me hace acomodar en el sillón y se pone manos a la obra. Él sabe que mi visita tiene otra intención. Así es que voy al grano con la propuesta:

—Jonás, tengo que comentarte un penoso asunto. Se trata de Raulín, que como sabes está bajo arresto acusado injustamente de posesión y tráfico de drogas... Tú eres padre y sabes lo penoso que puede ser ver a su hijo inocente en una situación como esta. ¡Y todo por culpa de una prostituta! Tengo entendido que también a ti y a algunos de tus clientes, les ofreció drogas...

—¡Eso es una calumnia! ¡Nadie me ha ofrecido drogas y dudo que se las ofrecieran a mis clientes!

Es evidente que tendré que ser más claro para que lo entienda.

—Tienes una peluquería muy aseada. María debe ser una chica muy limpia. Incluso veo que tienes un bonito jarrón con flores frescas, que deben costar dinero.

—¡Es un regalo de Margarita! Pero eso no te interesa.

—¡Ah, la generosa y valiente Margarita, y su encantadora hija! ¿Crees que terminará casándose con nuestro apreciado policía, Jacinto? ¡Esa criatura necesita un apellido!

—¡No me vengas con rodeos y dime a qué has venido! Si es por los atrasos...

—Hombre, ya que lo mencionas, si estuvieras dispuesto a colaborar con la justicia, seguro que Romano te lo agradecería con su habitual generosidad. Supongo que a este acogedor rinconcito debes tenerle mucho aprecio. Y por supuesto es una gran comodidad tener la vivienda justo encima del negocio. ¡No puedes ni imaginarte lo difícil que es encontrar una vivienda como la tuya en este barrio!

—¡Qué estás insinuando! ¿Qué cometa perjurio y declare en contra de esa mujer!

—Yo no he dicho tal cosa, pero debes comprender que seis meses de alquiler es una considerable deuda, y con la moda de los jóvenes de dejarse el pelo largo, cada vez tendrás menos clientes para poderla pagar.

—¿Me estás amenazando con desahuciarme?

—¡Solo es una mujerzuela! ¡Tu negocio vale más que ella! Esas mujeres no deberían estar en las calles contagiando enfermedades a la gente honrada. ¡Estamos más seguros si están entre rejas!

—¿Por qué no hablas claro y me dices lo que quieres que haga, y las consecuencias si no lo hago?

—¿Más claro todavía? ¡Soy un abogado; no puedo hablar más claro, pero creo que tú lo has comprendido sin que tenga que darte más explicaciones. Creo, Jonás, que ya me has cortado suficiente los pocos cabellos que me quedan, y tengo mil cosas que hacer. Llámame a mi despacho cuando tengas una respuesta.

Supongo que ha entendido qué esperamos de él y no tardará mucho en llamarme. ¡No le queda otra opción! No querrá verse en la calle con su preciosa hija, durmiendo debajo de los puentes del río. ¡Eso si encontrase alguno libre!

Sumario