1. Mi barrio


Jaime Despree


Café Central

Un alegato a favor de los Derehcos humanos


Los personajes de esta novela


Nombre y perfil

Adela Panadera /chismosa (1935 - 2014)

Aura Vecina de Marcus/adivina (1933 - 2012)

Calixto Viejo visionario/mendigo (1925 - 1988)

Efraín Diputado/socialdemócrata (1903 - 1984)

Enrico Médico de Marcus (1925 - 2001)

Erasmo Predicador protestante (1926 - 2012)

Guido Librero/marido de María (1934 - 2017)

Ignacia Mujer de Rodolfo (1927 - 1989)

Jacinto Policía/tolerante (1923 - 1999)

Jonás Peluquero/Padre de María (1901 - 1972)

Julia Sin profesión/de izquierdas (1935 - ?)

Laura Bibliotecaria (1927 - 2007)

Leonardo Maestro/socialista (1933 - 2006)

Linda Prostituta/rebelde (1937 - ?)

Marcus Intelectual/tendero (1925 - 2018)

Margarita Florista/madre soltera (1931 - 2014)

Ramiro Marido de Adela (1916 - 1989)

Rodolfo Carnicero/marido de Ignacia (1912 - 98)

Romano Propietario/usurero (1917 – 1971)

Roxy Segunda esposa de Romano (1937)

Rufo Abogado de Romano/servil (1824 - 94)

Serafín Párroco/bondadoso (1888 - 1966)


SEGUNDA GENERACIÓN (HIJOS)

Nombre Familia

Darío Hijo de Aura, la adivina (1952)

Eloísa Hija de Leonardo y Julia (1968)

Jesúa Hijo de Jacinto y Margarita (1966)

Luisa Hija de Margarita (1955)

Lucio Hijo de Ramiro y Adela (1940)

Isabel Hija de Marcus y Linda (1969)

María Hija del peluquero/muy bella (1949)

Marta Hija de Guido y María (1968)

Marcus Hijo de Isabel y David (1990)

Rodolfito Hijo de Rodolfo e Ignacia (1954)

Sergio Hijo de Guido y María (1970)


TERCERA GENERACIÓN (NIETOS)

Nombre Familia

Marcus Hijo de Isabel y David (1998)

Guido Hijo de Jesúa y Marta (1986)

Linda Hija de Rodolfito y Luisa (1999)

María Nieta del padre natural de Luisa (1997)




1. Mi barrio

Mi barrio es un pequeño mundo, supongo que similar a otros barrios. Un lugar donde nos hemos acostumbrado a ver siempre las mismas caras, a hacernos los mismos saludos, a comprar en las mismas tiendas, a escuchar las mismas canciones que gustan en cada época, a asistir al mismo cine, a la misma iglesia y al mismo parque, donde juegan los niños. Para la salvación de nuestras almas contamos con una iglesia católica y otra protestante. Las dos compiten por cuál de ellas hace sonar las campanas con más intensidad, y atraen a más feligreses. La católica no es tan popular como la protestante. Por lo general la frecuentan ancianas beatas y jubilados que ya carecen de energía para pecar, pero siguen temerosos de morir en pecado mortal e ir al infierno, aunque ya no sepan qué es un pecado mortal ni cómo se comete, no obstante esperan que su iglesia les salve de sus pecados o de otras tentaciones. La protestante la frecuentan gente de todas las razas y nacionalidades, que convierten la casa de Dios en un club social, donde se canta y se interpretan canciones con una variopinta orquesta de aficionados. Nada está escrito sobre cómo le gusta a Dios que se organice una iglesia, pero puede que a Dios esta no le desagrade.

Tiene las dos cosas que son esenciales y más apreciadas en una pequeña comunidad: un sencillo cementerio de barrio y una ruidosa escuela de primaria; aquí se juntan la muerte con la vida. El fúnebre silencio de sus tumbas es compensado por los gritos de entusiasmo del juego de los niños. Los muertos deben sentirse animados y bien acompañados. También tenemos un pequeño parque, donde crecen tres inmensas hayas milenarias, que resistieron los horrores de la guerra, y ahora dan cobijo a una variada clase de pájaros y dan su acogedora sombra a los ancianos, que consumen los últimos días contemplando con avidez estas imágenes de vida cuando están cercanos a la muerte.

La mayoría de los vecinos que hemos superado los cuarenta años somos los mismos que éramos antes de la guerra, excepto los desgraciados que murieron bajo los escombros, y nos conocemos desde hace ya muchos años. Ninguno de nosotros quiere hablar del pasado, ni recordar los hechos que nos llevaron a esta devastadora guerra. Es como si se nos hubiera borrado de la memoria todo lo sucedido hace solo dos décadas.

Desde el final de la guerra, todos empezamos una nueva vida después del cataclismo bélico, pero ninguno ha podido realizar sus sueños de antes del gran holocausto. Las guerras matan los sueños, pero despiertan las conciencias. Ahora somos más sabios, pero más desdichados. Aunque modestos, hay suficientes comercios como para que no nos falte lo esencial. Yo abrí una modesta tienda de bisutería y baratijas de regalo, porque mi padre era joyero, pero en la guerra lo perdimos todo, y yo carecía de medios para seguir con el negocio familiar. La mayoría tienen largas listas de deudores, porque los años de posguerra han sido muy duros y han escaseado los buenos empleos. Quien puede permitírselo y quiere algo especial, tiene que ir a los grandes almacenes del centro.

Sumario