12. Rodolfito

(Narrador, Rodolfo)




Todo el barrio está revolucionado porque mañana mi Rodolfito participará en concurso de jóvenes talentos, que se trasmitirá por la televisión. Somos pocos los que tenemos receptores, pero el Café Central tiene uno del modelo más reciente y podrán ver y escuchar allí el concierto. También lo transmitirán por la radio. Dios nos ha bendecido con este hijo, que es nuestro orgullo de padres. Todos nuestros clientes nos felicitan y no dejan de hacer halagos de nuestro hijo.

—Buenos días, Rodolfo. ¡Tu Rodolfito es el orgullo del barrio¡ ¿Cómo habéis podido engendrar una criatura tan inteligente?

—Son cosas de Dios, creo yo. Él nos ha bendecido.

Hoy mi mujer no puede ocultar su orgullo de madre y no puede concentrarse en el trabajo. Ha estado muy ocupada eligiendo la ropa que llevará para su actuación. Rodolfito no está de acuerdo con la que le ha elegido, porque dice que es demasiado aparatosa y le impide los movimientos, pero su madre insiste en que debe dar la imagen de un niño de buena familia, y que ella entiende cómo debe ser la ropa.

Gracias a nuestro hijo, tenemos nuevos clientes, y todos quieren conocerle y felicitarle, pero Rodolfito no quiere aparecer por la carnicería, para no perder la concentración. Se merece lo que le sucede, porque ha trabajado mucho para conseguirlo. El que sea un niño prodigio no le evita el tener que trabajar, incluso más que un niño normal. A veces a su madre y a mí nos hubiera gustado que Rodolfito hubiera sido un niño normal, porque nos apena verle pasar tantas horas en su ensayo y tan poco al juego, como cualquier otro niño de su edad.

Acaba de entrar en la carnicería Margarita con su encantadora hija Luisa. No me importaría algún día ser su suegro. Creo que harían una magnífica pareja.

—Buenos días, Luisa, ¿Ya te ha dicho tu mamá que mi Rodolfito saldrá mañana por la televisión?

—¡Ya lo sabía, me lo dijo Rodolfito ayer en el recreo!

—¿Así es que sois amiguitos?

—¡Oh, sí; es muy simpático y me hace reír!

Margarita parece aprobar que sean amigos. ¡Lástima que Luisa no tenga un padre reconocido!

—Luisa me cuenta maravillas de tu hijo. Dice que en el colegio es una figura.

—No lo creas, Margarita, a muchos niños no les cae simpático. ¡Le hacen mil perrerías! Muchos días ha llegado a casa llorando porque los compañeros le rompen los lápices de colores, o le quitan y le esconden el gorro. Suerte que tu hija es su amiga.

—¡Es la envidia, Rodolfo. Los niños pueden ser muy crueles! Mi Luisa también sufrió mucho el primer año de colegio por lo que tú ya sabes.

—Sí, ya entiendo...

—Pero yo creo que este rechazo les fortalece el carácter, pero también se hacen adultos antes de tiempo

—Tengo una idea. ¿Por qué no venís con nosotros a los estudios de la televisión? ¡Rodolfito estaría muy contento de ver a Luisa entre el público!

Luisa parece entusiasmada con mi propuesta.

—¡Sí, mami; dile que sí!

—Está bien, Luisa, les acompañaremos y le daremos ánimos. ¡Ya verás cómo gana el primer premio!

—Entonces mañana nos encontramos aquí mismo, porque nos vendrá a recoger un coche de los estudios de la Televisión.

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