6. La venganza

(Narrador: Romano, el usurero)



Ese tendero pagará muy cara su impertinencia. No cesaré hasta no verlo entre rejas. Nadie de este barrio puede tratarme de esa manera. ¡Yo le enseñaré modales! He sido muy generoso con la gente desagradecida de este barrio. Si prefieren ese tendero impertinente a mí, empezaré por exigir todos los atrasos en los alquileres, y quien no pueda pagarlos irá a la calle. Tengo mucho trabajo para mi abogado, pero él conoce perfectamente su oficio y sabe manejar a estos desgraciados.

Nos encontramos en el Café Central.

—Se acabaron los atrasos, Rufo, los que no puedan pagar los desahuciamos. Prefiero tener los pisos vacíos a ocupados por morosos. Empieza por el barbero, ¡ya es hora de que se jubile! Y sobre esa engreída de María, mi hijo debe haber perdido la cabeza si se interesa por una muerta de hambre pudiendo tener todas las mujeres que quiera, y de buena familia. Pero por culpa del bisutero drogadicto mi hijo tendrá una mancha en su reputación si no consigo que retiren los cargos.

Mi abogado parece tener las ideas muy claras.

—Tendrás a Raulín en casa en una semana. Todas las leyes tienen una puerta trasera, por la que se puede entrar y salir sin ser vistos.

—Pues ya puedes dar con esa puerta trasera que salve a mi hijo de la cárcel.

—¡Lo haré! Pero tenemos que buscar una culpable y conseguir algún testigo que la inculpe.

—Para testigo de cargo creo que tengo un buen candidato, ¡no podrá negarse!

—¿En quién estás pensando?

—¡En el peluquero! Me debe seis meses de alquiler y puedo perdonarle su deuda a cambio de este favor. ¡Si se niega lo desahucio!

—No será difícil declarar que no solo le ofreció drogas a él, sino a muchos de sus clientes. Con su declaración podremos conseguir que el juez emita una orden de busca y captura de esa prostituta.

—Pero no sabemos mucho sobre ella, tan solo la descripción que hizo el hijo de Adela...

—Sabemos algo más por el mismo Raulín: las calles donde suele trabajar, y las putas no suelen cambiar sus lugares de trabajo.

—¡Salva a mi hijo y te prometo que tendrás unas vacaciones de ensueño!

—¡Descuida, lo salvaré! Hoy mismo hablaré con el peluquero. Pero necesitaré algún tiempo

—Tómate el tiempo que necesites, pero traeme a mi hijo tan inocente como se lo llevaron.

—Y por el mismo precio, sacaremos una prostituta de la calle y la pondremos entre rejas, ¡que es donde tiene que estar!

No tiro el dinero que pago a este abogado. Sabe ejecutar mis deseos sin demasiadas explicaciones. Pero este caso es una cuestión de mi honor y tenemos que ganarlo aunque tengamos que quebrantar las leyes, Después de todo, y como él mismo dice, no hay leyes que no puedan interpretarse de varias formas, si el que las defiende es un experimentado abogado.

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